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un recuerdo, supongo

Hacemos puentes de amor y pensamientos en los que ahora duermes y yo te recorro en letras y besos. Una fuerza que mantiene la ilusión de que se está vivo. Esa energía que surge de mirarte y no comprender. Se acelera el pulso cardiaco y respiro cerca de tu oído para describir este cielo. El aroma de tu pecho en que descansamos nuestro deslizar de tiempo hecho ropas que cayeron.
Estás ahora en mis brazos, una hora después, estaré en una autopista hacia al sueño de donde no quiero regresar esta noche, al menos. Tu entonces, estarías en Monterrey escribiendo tus pensamientos y recorriendo minuto a minuto nuestra espera. Cuando despierto, ya estás ocho horas más allá del ayer. Madrid te recibe con una noche fabulosa que aún no termina y lo digo porque justo ahora estoy sintiéndote dentro y en mi aliento.

Besarte es abrir las puertas de la libertad. Sentirse infinita al abordar tu mirada. Viajar ahí contigo mientras me pienses y los puentes tengan su otro extremo en cualquier ciudad en que ahora eres sabiduría fluyendo entre gente que camina ciega haciendo círculos.

Convertida en un pensamiento soy uno de los peces que ahora te habitan, que navega tu cuerpo perfecto color verano, playa de Galicia tatuando tiempo en tu espalda y que ahora es mi hogar. Me desplazo entre tus preocupaciones y recuerdos, contemplo tus deseos y veo pasar tus miedos. Algo se mueve, una fuerza que me lleva ahora a tu vientre, es un recuerdo, supongo, porque pasó ayer. Un torrente de pensamientos tuyos me arrastran velozmente hasta tu mano que me contiene justo en el sexo bendito donde ayer fuimos la misma mujer a quien esperábamos.

De mis manos a tus piernas, de tu vientre a mi alma, de un cuerpo desmaterializado a un aroma que te recuerda porque estamos en una nueva ciudad. Tierna humedad de nuestros cuerpos queriendo reconocer su casa y sentirse cómodos porque nos encontramos cuando no era parte del guión que dicta la historia.

Semillas de no me olvides. Flores azules cayendo con la lluvia de ayer. Líneas crecientes por las que caminamos de la mano y fuera de tiempo. Esa maleta que se carga y se cuida hasta llegar a casa para vaciarla e ir tirando ropa por el suelo de un piso cualquiera que esta vez es México. Tirar el tiempo que estorba en esto de amarse. Desabotonarlo con prisa de amar y adelantarse al destino, quitarnos el tiempo de encima y mostrar desnuda la verdad esa del deseo.

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