Por un tiempo y como siempre, pensé el futuro distinto. Este futuro, el de hoy en el que reapareces, tiene una dimensión distinta al menos para mi. Probablemente es la primera vez que te veo completa y te respeto tal cual, sin la lastimosa necesidad de cambiarte y que seas otra: la que surgía de expectativas alucinadas, de mis vacíos y mis miedos. Al fin te quité de encima mis carencias, y mis frustraciones. Te empecé a ver con la quietud que da la realidad manifestándose, observo tu verdad floreciendo y comprendo entonces en qué consiste la pertenencia y el amor.
Libre de mi control, amo que seas tú, saberte real y cierta. Amo mi vida y la tuya, la historia que ambas nos contamos y a partir de la cual fui soltando el peso de no ser honesta y de poner arrogancia donde dolía tener que estar sola conmigo y odiándome.
Pensar en el amor de mi vida fue inquietante por la simple posibilidad de haberlo perdido, hasta que tu presencia me recordó cómo mirarme frente al espejo y reconocerme en mis decisiones y en mi cuerpo. Entonces regresé.
Mi Victoria es entonces darme cuenta de tanto amor, de que no hay nada que perdonar donde no hubo daño porque nada es, ni ha sido personal. La historia de amor resulta entonces perfecta y hermosa. “Hasta la victoria siempre”.
Libre de mi control, amo que seas tú, saberte real y cierta. Amo mi vida y la tuya, la historia que ambas nos contamos y a partir de la cual fui soltando el peso de no ser honesta y de poner arrogancia donde dolía tener que estar sola conmigo y odiándome.
Pensar en el amor de mi vida fue inquietante por la simple posibilidad de haberlo perdido, hasta que tu presencia me recordó cómo mirarme frente al espejo y reconocerme en mis decisiones y en mi cuerpo. Entonces regresé.
Mi Victoria es entonces darme cuenta de tanto amor, de que no hay nada que perdonar donde no hubo daño porque nada es, ni ha sido personal. La historia de amor resulta entonces perfecta y hermosa. “Hasta la victoria siempre”.
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