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la historia en que te conocí

Te escribo pensamientos sin nombre, emociones y dudas. Subo desde tus piernas hasta tus playas en letras que tienden puentes del amor hacia el deseo. Camino tus orillas y mis manos escriben en tu cuerpo las razones de este ahora nuestro que es amor y tiempo, ausencias y silencio color tu nombre. Busco anclar mi vida a la tuya y me asomo al mundo que desde ahí se dibuja: tú, el mundo en el que siento el vértigo del destino invitándome a saltar.


Estoy suspendida en este cuerpo que tiene ahora tu nombre escrito con besos, justo antes de cruzar las líneas que tus palabras claramente trazaron en la cartografía de mi espalda dormida. Navego tu cama que tendrá, según las circunstancias, su propio naufragio en tus orillas de mujer donde he de construir mi casa y he de leer al destino la historia en que te conocí y de un momento a otro fue primavera tu llegada insoportablemente hermosa...

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santa cordurita

Saco la imagen que encontré tarde, después de cinco años, en el tercer viaje, justo cuando no era mi intención encontrarla. Desesperadamente rastreamos la ciudad con sus iglesias e imágenes. Era una invención para justificar el hecho de no poder salvar tu vida. El cáncer mata y punto. Vivir, de algún modo, también es ir muriendo, ser muertos por causa del tiempo y las circunstancias a las que nos expone hacer una vida. Rezo a la Santa Cordurita para que no sea cierto, que aleje de mí la esperanza con la que despierto abrazándote. Tenerla junto al pecho, después de un baño con agua de coco y poner azúcar en el shampoo. Dice Iván que no es magia sino leyes físicas, que se neutralizan las energías, se alejan las malas vibras. Una veladora de canela y azúcar, que endulce mi corazón, que el latir del colibrí sea mi alma alegre. Mar dulce. Como tu voz T o este recuerdo. La esperanza de nuevo. Santa Cordurita, te encontré tarde, no quisiste aparecer cuando necesitaba el milagro, agua bendit

grado 45

si el futuro es ilusorio y para el pasado es muy tarde, pues nada, bailemos mujer... compremos tres ilusiones para esta noche, abrigadas del recuerdo de esto que nunca fué: embriagarnos de felicidad y mentira mentirle al destino, escondernos en tu cama y mis palabras fingir que fingimos... y si ella llega, encuentre que estando juntas, somos ella pero no queremos saberlo para no perderla

Sobre la posibilidad de vivir rota

Hay distintas formas de estar roto. Romperse en pedazos pequeños (con fisuras apenas perceptibles) por el golpeteo constante de la vida y sus asperezas, filosas, puntuales. O estar roto en dos, quedar partido de un golpe, un estruendo cegador que de la nada deja confusión y desamparo. Yo me rompí en dos partes ante la muerte de Isabel. No sé cuánto tardé en reaccionar y aún aturdida por su silencio doloroso, me noté partida, rota en dos. En el antes y el después. En la vida y la muerte. En sentirme totalmente incapaz de funcionar, pero apenas lo suficiente para seguir haciéndolo.  Quedé rota también en dos polos que me arrebataron con la misma intensidad hacia un impulso de vida y hacia el deseo de desaparecer. Por un lado las ganas de ya rendirme en ese juego que no me gustó y hacia un esfuerzo por sobrevivir, trabajar, ser productiva, buena y justa (lo máximo a lo que podría aspirar entonces, pues ni sonreír ni disfrutar eran una posibilidad real).  Tratando al mismo t