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ciudad perdida, no encontrada

Comencé la carta que nunca quise terminar. Por eso fue la última y sin embargo estoy segura que es mentira, que aquí no se acaba. Incomprensible e ineludible esto del destino. Con la esperanza de que sea lo que nunca y París se ve aún mas gris porque se acabó agosto, hice el viaje, escribí la lista de deseos, recorrí cada una de tus calles y jamás encontré una señal de tu amor. Sombras difusas que delatan nuestros actos. Me convencí de tener fe, Susana y es muy difícil describir esta sensación de vacío que deja el Sena cuando no perteneces a este lugar.

¡Vámonos ya! Tal vez este no sea nuestro hogar, una mala interpretación de la geografía, del Tarot, de su mirada. Sé que aseguré sentirme atravesada por su mirada, que tocó mi alma alojada en el vientre, que prometió este mañana. ¿O sería Madrid su promesa? Tal vez no me vio. Mírame dos veces, este dolor es la prueba de que existo Susana, te digo que tal vez ella era ciega o estaba muerta, no pude percibirlo y me enamoré.

La profundidad con que me miraba, es la misma que lleva al vacío. No había entonces respuestas y las preguntas están en mis manos, su mirada es mi reflejo y su alma creció en la mía.

No sé que hacemos aquí en medio de tanta belleza. Siento quebrarme cada vez que doy un paso y y veo ahora que esta ciudad no es la mujer que busco. Que la traza de sus calles nos lleva a la misma incógnita de la que estamos huyendo. El amor no tiene respuestas ni es un fin en sí. Es precisamente el amor la primera de nuestras aves que dejamos en libertad porque solo el viento sabe lo que ella piensa ahora. Hay que aprender a identificar nuestras criaturas, verlas pasar y no tratar de adivinar su ruta, estoy segura que no querrás saber que es lo que sigue, ni siquiera asomarte al ojo del destino. Prefieres seguir creyendo que vamos tras un sueño.

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